César Hildebrandt Blog

febrero 4, 2007

Un hombre digno

Filed under: Artículos — cesarhildebrandt @ 2:36 pm

(La Primera) Un hombre digno
El doctor Alan García le ha llamado la atención severamente a su ministro de Defensa, embajador Allan Wagner. Le ha dicho que hay cosas que no deben decirse en público y que una de esas cosas es la verdad. Es decir, lo que el doctor García le ha dicho al embajador Wagner es que debe adoptar su doctrina personal (la de García): todo, menos la verdad; el pueblo ni se la merece ni la entenderá.

Porque lo que hizo Wagner fue decirnos la verdad: nuestras Fuerzas Armadas, saqueadas por el fujimorismo, maltratadas presupuestalmente por el ciudadano norteamericano Pedro Pablo Kuczinsky durante el  gobierno del norteamericano expectaticio Alejandro Toledo, ya no dan más, están inoperativas, son una suma de chatarra y carencias.

Hay helicópteros y aviones viejos que debían repotenciarse –es decir hacerles el milagro de lograr que vuelen- y que pueden ser embargados por facturas de repuestos no pagadas en Bielorrusia y Ucrania.

Los tanques de nuestro ejército tienen escasez crónica de aceites, lo que quiere decir que son parte de la decoración suasoria de alguna base en la frontera sur. La flota de superficie tiene a cuatro misileras italianas reencauchadas como emblema. Nuestros submarinos están decrépitos o han sido dados de baja en ceremonias avergonzadas.

En resumen, si estuviésemos en tiempos de la captura de Iwo Jima tendríamos una Fuerza Armada moderna. Pero como estamos en los tiempos del tanque Leopard, del avión F-16, de los submarinos Scorpene –todas adquisiciones recientes de Chile- podemos decir que somos la Costa Rica de facto: carecemos de Fuerzas Armadas pero tenemos el desfile militar más vistoso de las Américas.

Y esto fue lo que apenas insinuó el honorable Allan Wagner, un extraño diamante en el collar de cuentas del gabinete.

Y por esto fue cuartelariamente reconvenido por el presidente de la República.
Ayer, sin embargo, el embajador Wagner fue decidido a presentar su renuncia. La dignidad, al fin de cuentas, es lo que queda después de lo ilusorio, que es casi todo.

La lección le hizo bien al doctor García. Se encontró con alguien que sabe respetar y que se hace respetar. Y que respeta en la medida en que es respetado. Se encontró, en suma, con un hombre digno que no toma el servicio público como el suplicio de aguantar las crisis de un desaforado sino como el servicio que se le hace al país, que es lo que también queda después de los discursos. Y la mejor manera de servirlo es con la verdad, que es un valor en sí y no una mercancía a escamotear.

Allan Wagner soltó su verdad, además, luego de las mentiras infantiles proferidas por un petimetre vestido de Miguel Grau (el presidente del Comando Conjunto). Este señor dijo que las Fuerzas Armadas estaban listas para repeler cualquier provocación de cualquier enemigo interno o externo. Es decir, mintió como un marrano. A él sí que no le llamó la atención el doctor García: sintonizaba con su capacidad para la fantasía facciosa, la delusión armada y las alucinaciones auditivas de cañones que no tenemos y destructores que perdimos hace décadas.

Qué gusto me dio ver ayer al embajador Allan Wagner recibiendo el asustado respaldo del presidente de la República. Demostró que la dignidad paga más que el chicheñó de tanto tragasapos.

P.D. La doctora Martha Hildebrandt, suma intelectual de eso que la crónica policial insiste en llamar fujimorismo, dice que se educó en su casa hasta el segundo de secundaria. Bueno, pues: si eso no es educación privada –la que recibe uno en casita-,¿qué cosa es, entonces, educación de tal naturaleza? Dice que los tres últimos años de la secundaria los hizo en un llamado Colegio Nacional de Mujeres “porque no había colegios privados en esa época”. Lo que no dice es que el régimen del que fuera después Colegio Rosa de Santa María era uno que no excluía el pago de matrícula, pensiones y, por supuesto, útiles. Tampoco dice que la ley de gratuidad de la enseñanza se dio bastante después de 1939, año en el que ella terminó su ciclo de colegiala. De modo que la doctora Hildebrandt está mintiendo tan bien como cuando recibía la orden de su jefe de decir inmundicias sobre el Tribunal Constitucional al que había que enlodar y derribar para que el Chino volviera a candidatear (y para que Augusto Álvarez Rodrich siguiera haciendo negocios desde alguna Cepri, cómo no).

febrero 3, 2007

Oración por Rey

Filed under: Artículos — cesarhildebrandt @ 4:45 pm

(La Primera) Oración por Rey
Una de las pruebas que tenemos los agnósticos para dudar de la existencia de Dios es la existencia de Rafael Rey. Con todo el derecho del mundo, uno podría preguntarse: ¿Dios puede parecerse a Rafael Rey, en el caso de que haya hecho al hombre a su imagen y semejanza?

Se trataría de un infundio de alcances divinos. ¿Dios, acaso, puede ser un hipócrita redomado, un amnistiador de asesinos con cara de mosquita muerta, un defensor de la corrupción mientras se golpea el pecho? No, seremos agnósticos pero no queremos ser blasfemos.

El Opus Dei le ha prestado al Apra a Rafael Rey. Es curioso que el partido que se opuso a la entronización del corazón de Jesús y que se considera heredero del laicismo rabioso de Manuel González Prada acoja hoy en su seno a un santurrón de dientes para afuera –porque de dientes para adentro es un franquista convicto y confeso y un pinochetista in péctore–.

Pero al Opus Dei lo que le interesa es el poder. Ya tiene a la santa iglesia en sus manos y ahora ha puesto un pie en el gabinete del doctor García, a quien le ha dado, al filo de los 60, por invocar a Dios y persignarse. Al fin y al cabo, en esta era de capitalismo a lo bestia, nada como el Opus Dei para apaciguar el ánimo de los miserables, ratificarles la promesa de un cielo próspero y un más allá abundante y dotar a los que cortan el jamón de la mejor coartada: Dios quiso que hubiese pobres y la riqueza depende sólo del empeño que se ponga en el asunto.

Rey es un faquir del sexo, un novio de sí mismo y, por lo tanto, un histérico en potencia. Basta recordarlo haciéndose el boxer tailandés con Natale Amprimo y levantándole la voz a los periodistas que le tartamudean para imaginar que detrás de esa máscara beata borbotea un mar de hormonas de vocación piroplástica. Eso lo dota de una inmensa capacidad para el trabajo, es cierto, pero también de una disciplinada envidia por la sensualidad de los otros, la vitalidad pareada de los otros, el goce en maridaje de los otros. Como para Sartre, para Rey el infierno son los otros. Por supuesto que él piensa que es un privilegiado porque Dios le dará siempre una mano.

Allá él. Será santo en materia de abstinencia y Calígula en materia de política, dado su paso traidor por Libertad, su paso de ganso cuando desfilaba para Fujimori y su actual paso de bisonte americano al ritmo de la marsellesa con minúscula.

A la muerte del Papa Honorio II, en el 1130, una fracción mayoritaria de cardenales escogió como sucesor a Inocencio II y otra al cardenal Pedro de Leone, que tomó el nombre de Anacleto I. Este último tomó el gobierno de Roma e Inocencio II hubo de huir a Pisa para salvar su vida, porque en esos tiempos las cosas de Dios se resolvían sólo con arma blanca. Si Rafael Rey hubiese vivido en esa época no tengo la menor duda de que habría estado con Anacleto, a pesar del origen turbio de su poder. Hoy en día su Anacleto de turno se apellida García.

febrero 2, 2007

Yegua de Troya

Filed under: Artículos — cesarhildebrandt @ 2:05 pm

(La Primera) Yegua de Troya
La doctora Hildebrandt estudió gratis en San Marcos. Se lo merecía por su talento privilegiado. Venía de un colegio particular, sin embargo.

Ahora, sesenta años después, la doctora Hildebrandt propone que los que vengan de un colegio particular pierdan la gratuidad de la enseñanza universitaria estatal.
¿Por qué no hizo esa propuesta durante el gobierno de su jefe político, Alberto Fujimori?

Porque Fujimori la habría mandado a callar de un sopapo.
Se lo propone entonces al Apra, que está en plan de Felipe González, como si este fuera el vecindario de Francia y Alemania y no el de Bolivia y Ecuador.

¿Es que la doctora Hildebrandt no sabe que hay colegios particulares muy discretos y cómodos en sus pensiones, colegios a los que acude gente modesta porque muchas veces los colegios nacionales no tienen cupo o porque los parroquiales sólo conciernen al vecindario que los rodea?

Claro que lo sabe. Lo que pasa es que la doctora Hildebrandt quiere ser la yegua de Troya, la caja china de las trampas del Chino. Si el Apra se atreve a hacer lo que Fujimori ni siquiera tocó, entonces tendremos, entre las clases D y E, la nostalgia rabiosa y con mocos por Fujimori, el jefazo de la doctora Hildebrandt.

Los chicos de Perú 21, que privatizarían todo como si fuera su propia ropa interior, están de acuerdo, claro. ¡Una Cepri para San Fernando, de una vez! –gritan los neoliberales que sirvieron en varias Cepris y hubiesen servido en varias comandancias de “General Victorioso”, (a) Hermosa Ríos.

Y hasta el ministro de Educación aprista, tentado de subirse a todos los coches que estén de moda, duda para pronunciarse.

Una cosa es que las universidades estatales se libren de los estudiantes crónicos y otra es que el dinero siga siendo, también en la educación superior, la barrera infranqueable de la legítima ambición. Una cosa es que los dirigentes senderistas sean barridos por la democracia en acción de los propios estudiantes y otra es que cavemos un poco más el abismo que separa a ricos y pobres.

¿Sabe la doctora Hildebrandt cuántos alumnos del Markham, el Roosevelt, el Peruano-Británico, el Newton, el Franco-Peruano, el Humboldt o el San Silvestre terminan ingresando a universidades estatales?

Claro que lo sabe. Sabe que son muy pocos, poquísimos. La inmensa mayoría de los estudiantes de los colegios ricos estudia luego en universidades de paga, que son salvajemente caras y exclusivas.

Y los que estudian en universidades estatales viniendo de colegios privados caros lo hacen porque la educación superior privada no atiende áreas como la ingeniería agrícola o porque sus familias han caído en desgracia económica y no pueden pagar tarifas tan discriminatorias.

El presupuesto para la educación en el Perú es el 3% del presupuesto total, uno de los más bajos de América Latina –incluyendo en la comparación a Bolivia  y Ecuador–. La doctora Hildebrandt desea que ese presupuesto baje aún más y que los requerimientos de la universidad pública sean cubiertos por sus alumnos.

Mientras se alegran con la propuesta de la doctora Hildebrandt, los chicos de Perú 21, ya alcanzados por el derechismo pulguiento de los propietarios de Ojo, plantean una encuesta muy pertinente a sus lectores: ¿Crees que los penales deben pasar a la administración privada?

Pero, muchachos, ¡los penales ya están privatizados! Pertenecen a una sociedad más o menos anónima que presiden Carechancho, Negroibarra, Hijoeputa y Tripaloca, distinguidos propietarios de Lurigancho y directores de la Federación de Pymes Carcelarias del Perú. ¿No lo sabían?

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