Escribir mal está de moda

(La Primera) Escribir mal está de moda

“Algo que siempre está de moda en Lima es escribir mal”, epitafió Xavier Abril, insigne provocador y surrealista de a pie.

Y tenía razón. Qué mal que se escribía en los años 20 del siglo pasado. Qué mal que se veían los periódicos, las reseñas con bigotito, los semanarios que ensalzaban a los insípidos y anunciaban las novedades del teatro Forero y auspiciaban las tabletas de bromuro para ahuyentar la inquietud del ánimo.

Pero qué diría Xavier Abril si viviera en estos días y tuviera que leer a Thays, que es gago hasta por escrito, y padecer al pobre Ampuero, que tuvo que fingir que se moría para que le hicieran homenajes –cuando lo que siempre se le ha muerto es la palabra–, o compadecerse del neocon Oviedo, que pasó de ser el drástico de los 60 al regalón (con su sunset más) de los 2000.

¿Qué diría don Xavier, que fue amigo de don Ramón Gómez de la Serna y escribió inolvidables páginas que sólo Westphalen elogió en esta Lima que coronaba a Chocano y creía que Ricardo Palma era todavía un gran escritor, si tuviera que leer lo que hoy se publica y se exhibe en la Feria del Libro? ¡Moriría de canto, como mueren los surrealistas! Y moriría de encefalitis, de blenorragia, de  Alonso A., que es casi lo mismo, y de coma profundo, que es el estilo de algunos colaboradores de ese entrañable periódico que es La República.

¿Y qué diría don Xavier del menú diario?
Hablo, claro, de los periodistas, los críticos de la semana, los grafómanos con éxito a punta de insistir y los hampones literarios que, a punta de chaveta y periodicazos, se han hecho de un lugar en el concierto de las nociones de esta ciudad.

A la literatura peruana le pasa lo que le pasaba a la economía socialista: no puede establecer el verdadero precio de las cosas. Entonces aquí “prevalece” el envarado y se esfuma el que carece de enchufe. Con lo que la creación literaria se ha vuelto un mercado negro de canjes narcicistas, una vaina de pastrulos y pichicateros que se escriben y se pintan, o se escriben y se pintan a la vez. Y la crítica, con el incidente cerebrovascular de JMO, ha quedado en manos de dos chicos Soprano del tardopalmismo: un tal Tavito y el tal Iván, que es el único charco de envidias que reclama ser el lago donde todos nos miremos, pobre ángel.

Así que Xavier Abril, bien hiciste en morirte hace tiempo ya. Porque si te despertaras y tuvieras que leer no a Riva Agüero sino a Aldo, no a Mariátegui sino a Tapia, no a Víctor Andrés Belaunde sino a Raúl Diez Canseco, no a Ramiro de Maeztu importado para Variedades sino al viejo Bedoya exportado para la Sudáfrica anterior a Mandela, si tuvieras que pasar por todo eso, Xavier, hermano, te volverías a morir con la misma dignidad que te hizo distante y erguido.

–Estoy de duelo: se me ha muerto una metáfora –dijo una vez Abril, amante y fabricador de greguerías.

Y la verdad es que el Perú iba para país y se quedó en metáfora.